martes, 23 de noviembre de 2010

Hola!
Como sabes, vivimos en sociedad, y hemos de saber dar la talla dentro de ella. Como personas primero, y como scouts después debemos conocer nuestro entorno, saber criticarlo y trabajar por él.
Dijo Baden Powell (fundador del Movimiento Scout) que "hemos de dejar el mundo en mejores condiciones de como lo encontramos"

Ahí va un texto para que reflexioneis el tema del debate del otro día:

Tiene la piel morena, cabellos encrespados, manos grandes, callosas, ennegrecidas por el trabajo. Su rostro sonríe y su frente dibuja unos surcos estrechos. Tiene cuarenta años, puede que menos.
Este hombre, vestido de gris, ha tomado el metro.
¿De dónde viene? ¡No importa! Su rostro, sus gestos, su sonrisa nos dicen sobradamente que no es de aquí. Tampoco es un turista. Ha llegado de otra parte, del otro lado de las montañas, del otro lado de los mares. Ha llegado de otra vivencia, con la diferencia entre los dientes. Ha llegado solo. Un paréntesis en su vida. Un paréntesis que todavía dura después de casi siete años. Vive en una pequeña habitación, en el distrito dieciocho. No está triste. Sonríe y busca entre los viajeros una mirada, un signo.
Soy pequeño en mi soledad. Pero me río. Mira, esta mañana no me afeité. Esto no es grave. Nadie me mira. Leen. Por los pasillos, corren. En el metro, leen. No pierden el tiempo. Yo me detengo en los pasillos. Escucho a los jóvenes que cantan. Me río. Bromeo. Quiero hablar con alguien, no importa quién sea. No. Me tomarán por un mendigo. ¿Qué es un mendigo en este país? Hay gente que desciende, se empujan. Otros suben. Tengo la impresión de que se parecen entre sí. Voy a hablar con esa pareja... Voy a sentarme frente a ellos, el sitio está
libre, y voy a decirles alguna cosa agradable.
Tienen miedo. Yo no les quería asustar. La mujer coge del brazo a su hombre. Cuenta las estaciones en el panel.
Les dirijo una sonrisa y prosigo, Se levantan y van a instalarse en la otra punta del vagón. Yo no quería molestarles. Los demás viajeros empiezan a mirarme. Comentan entre sí: ¡Qué hombre más extraño! ¿De dónde viene? Me vuelvo hacia un grupo de viajeros. Nada en el rostro. La fatiga. Gesticulo.
Sonrío y hablo. Está loco. Está borracho. Es raro. Puede ser peligroso. Inquietante.
¿Qué lengua es ésa? No va afeitado. Tengo miedo. No es como nosotros, tiene el pelo encrespado. Hay que encerrarle.
¿Qué es lo que quiere decir? No se le entiende bien. ¿Qué es lo que quiere?
Nada. No quiero nada. Quería hablar. Hablar con cualquiera. Hablar de qué tiempo hace. Hablar de mi país; es primavera en mi casa; el perfume de las flores; el color de la hierba; los ojos de los niños; el sol; la violencia de la necesidad; el paro; la miseria que dejé atrás. Iríamos a tomar un café, intercambiar nuestras direcciones...
Mira, es el revisor. Saco mi billete, mi permiso de residencia, mi permiso de trabajo, mi pasaporte. Es maquinal. Saco también la foto de mis hijos. Son tres, bellos como soles. Mi hija es una pequeña gacela, tiene diamantes en los ojos. El mayor va a la escuela. El otro se ocupa de las ovejas. Se lo muestro todo. Hace un agujero en mi billete y ni tan siquiera me mira. Voy a hablar con él. Es necesario que me mire. Pongo mi mano en su hombro. Sonrío y le digo algo. Él hace girar su dedo junto a la sien.
Levanto el cuello de mi gabardina y me miro en el cristal.
Tú estás loco. Eres raro. ¿Peligroso? No. Tú estás solo. Eres invisible. Transparente. Es por eso que te pisotean.

No tengo más imaginación. La fábrica no se detendrá. Siempre habrá nubes sobre la ciudad. En el metro, persistirá esta indiferencia metálica. Es triste. El sueño quedará para otra ocasión. A fin de mes, iré a Correos para enviar un giro a mi mujer. A fin de mes no iré a Correos. Volveré a mi casa.
Desciende en la última estación, mete las manos en sus bolsillos y se dirige, sin prisas, hacia la salida.


(Adaptación de Un homme venu d'autre durée; T. Ben Jelloun, 1973. Publicado en España por
En Pie de Paz; 1991, 22, p. 30)

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